Entre San Gabriel y Apango

Primera parte

Abelardo Ahumada

                                 

 El 7 de julio de 2021 publiqué un corto escrito titulado “Mi querido San Gabriel”, que no fue más que una breve reseña de un viaje que mi esposa, unos amigos y yo hicimos a San Gabriel, Jalisco, para asistir a la presentación de un libro escrito por mi colega y amigo, Profr. José de Jesús Guzmán Mora, cronista municipal de dicho lugar, que tiene ese mismo título.

Por alguna razón que desconozco, el Facebook republicó la reseña al cumplirse cuatro años exactos de haber aparecido por primera vez, y eso dio la ocasión para que algunos de sus lectores se decidieran a participar, dijéramos que “por su cuenta y riesgo”, en la polémica que desde hace algunas décadas se desató sobre si el Comala que Juan Rulfo menciona en su novela “Pedro Páramo”, es el Comala de Colima o no.

Yo me concreté, por un lado, a mostrar la foto de un letrero que contiene una cita de la novela, y que las autoridades locales, tal vez influidas por Jesús, se decidieron a colocar en el portal más antiguo del pueblo, y, por otro, a mencionar la opinión que él expresó, en el sentido de que el Comala de la novela no es otro más que San Gabriel, nombre intencionalmente encubierto por el autor y cuya razón nunca quiso explicar. Pero ahora quiero añadir otros detalles:

Un día de mediados de febrero de 2012, algunos miembros de mi familia y yo, viajamos por la carretera que, ascendiendo por el Nevado de Colima va desde Ciudad Guzmán hasta Autlán de la Grana; pasamos por el pueblo que otrora fue la bella y extensa hacienda de El Jazmín, y rematamos nuestro recorrido precisamente en San Gabriel, a donde fuimos a visitar mi amigo, con la intención de que nos diera un panorama histórico de su pueblo, para que nuestro recorrido fuera más disfrutable y con mayor entendimiento. Pero él, afablemente, no sólo nos explicó la historia, sino que nos brindó un tour por el centro como guía, de tal manera que pudimos apreciar todo con mayor deleite y claridad. 

En cuanto a su ambientación histórica, mis notas dicen que fue, poco más o menos la siguiente:

“Hacia 1533 fray Juan de Padilla, fraile franciscano fundador del convento de Zapotlán, anduvo adoctrinando a los indígenas del lado oriental de los volcanes, a quienes congregó en un primer pueblo que se llamó San Pedro. Pero que desapareció con un terremoto en 1539. Cambiándose los indígenas a otro que denominaron Amula (“lugar lleno de amoles”), que a su vez entró en crisis en 1575, debido a una epidemia muy fuerte que mató a muchos, y que acabó por ser abandonado al año siguiente, cuando un fortísimo terremoto lo dejó en ruinas”. 

“A ese respecto se cuenta que algunos de aquellos indígenas decidieron mudarse, unos a Zapotitlán y otros a Jiquilpan, que queda más al norte. Llevándose éstos últimos un Cristo crucificado muy livianito, hecho por unos sabios artesanos indígenas de Pátzcuaro, con pasta de maíz, que les había dado fray Juan de Padilla, y que cuando se detuvieron a descansar bajo las sombras de unos mezquites, aquí junto al arroyo, en el potrero que desde hace muchísimo se conoce como el ‘potrero de San Gabriel’, al levantarse para seguir, simple y sencillamente no lo pudieron levantar, interpretando aquel extraño suceso como una señal del cielo para que aquí fundaran su pueblo. Siendo ese Cristo la misma imagen, la que todavía se venera, con la denominación de Señor de la Misericordia de Amula, en nuestra iglesia parroquial”. […] 

“Por el lado religioso San Gabriel estuvo un tiempo adscrito al convento de Zapotlán; pero pasó después a formar parte de curato, también franciscano, de Zapotitlán, y luego de la parroquia de Tuxcacuesco, hasta que se convirtió en parroquia en marzo de 1814, en plena Guerra de Independencia […] Por el lado de lo civil, San Gabriel dependía del Partido de Tuxcacuesco, pero en 1820 se convirtió también en ayuntamiento. Todavía por efectos de la Constitución de Cádiz”.

“Por San Gabriel, pasaba desde épocas muy antiguas un camino real por el que la gente iba y venía hacia Guadalajara o hasta Manzanillo, y gracias a él muchísimas mercancías procedentes de China y de Europa, que llegaban a Manzanillo, se quedaron aquí. La gente vivía muy bien, se vestía elegante, y como había muchas haciendas grandes, muy productivas, había mucho trabajo y la región era próspera. Pero al estallar la Revolución, mucha gente se tuvo que ir de aquí; el pueblo comenzó a decaer y acabó casi por completo con la Rebelión Cristera. Habiendo cobrado un nuevo aire apenas hace unos pocos años, cuando en 1972 se construyó la carretera que nos conectó con Sayula, por la Sierra de Apango. Carretera a la que unos siete años después se sumó la que va desde Ciudad Guzmán hasta El Grullo, que nos quedaba bastante cerca, y por la que muchísima gente del rumbo comenzó a movilizarse.  Propiciando, además, que muchas de los descendientes de personas que antes habían vivido aquí, regresaran a instalarse en el pueblo. Debiendo agregar que ahora contamos con una nueva carretera que nos conecta con el bonito pueblo Tapalpa en 25 minutos de viaje, y que nos acortó el recorrido a Guadalajara”.  

Con todo ese contexto por delante, casi sobra decir que disfrutamos el tour, llegando, entre otras interesantes partes, a un antiguo puente que, según nuestro guía, se menciona en una famosa canción, compuesta por otro sangabrielense llamado Juan Díaz Santana, y que se titula “Rayando el Sol”: “Rayando el sol/ me despedí/ bajo la brisa/ y ahí me acordé de ti/ llegando al puente/ del puente me devolví/ bañado en lágrimas/ las que derramé por ti…”

Otro sitio, interesantísimo, fue la casa donde crecieron Juanito y su hermana, Eva Pérez Vizcaíno. Casa situada, calle de por medio, detrás del templo parroquial, y a la que pudimos entrar, gracias a la amistad que Jesús cultivó con los señores Antonio Díaz Lepe y Esther Ramírez de Díaz, paisanos suyos de la tercera edad, quienes, habiendo trabajado durante décadas, en San José California, pudieron reunir “los dolaritos” que sus antiguos dueños pedían cuando se animaron a venderla.

Finalmente, para no alargar demasiado el relato, quiero insistir en que Jesús nos llevó al más antiguo de los portales de su pueblo, construido entre 1770 y 1780, y donde según su decir, fue sobre las piedras lajas de su piso donde vendían sus productos los indios de la sierra vecina, a los que Rulfo, en “Pedro Páramo”, se refirió de la siguiente manera: 

“Sobre los campos del valle de Comala está cayendo la lluvia. Una lluvia menuda, extraña para estas tierras que sólo saben de aguaceros. Es domingo. De Apango han bajado los indios con sus rosarios de manzanillas, su romero, sus manojos de tomillo. No han traído ocote porque el ocote está mojado, y ni tierra de encino porque también está mojada por el mucho llover. Tienden sus yerbas en el suelo, bajo los arcos del portal, y esperan”. 

Cita que me llevó a propiciar con él el siguiente diálogo:

– ¿Así que tú, Jesús, opinas que el mismísimo San Gabriel es el pueblo que Rulfo describe como Comala?  

– Así es, Abelardo, o ¿existe algún otro Apango cerca del Comala de Colima?

– No.

– Pues aquí sí. Muy cerca. Yendo precisamente para Sayula. ¿Tú crees que los indios de Apango se iban a ir a vender hasta el verdadero Comala “sus rosarios de manzanilla” o su “tierra de encino” cargando en la espalda, a pie?

– No. Está demasiado lejos. 

– Bueno, pues ahí tienes un dato muy preciso para ubicar la geografía de la novela; pero, aparte, hay otras frases de Rulfo que nos permiten ubicar al mismo centro de San Gabriel, como el nombre de Fulgor Sedano, porque éste es un apellido muy de aquí, y así se apellidaban los dueños de la tienda de la esquina de la cuadra en donde Rulfo vivía…

*****

El nombre de Apango no era, pues, otro nombre inventado por Rulfo, sino un punto geográfico perfectamente localizable, “muy cerca, yendo precisamente para Sayula”, y consecuentemente, me propuse ir a conocerlo.

Pero de todo eso ya les platicaré después.

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