Actuar con esperanza

Abelardo Ahumada

Hola todos. Aunque desde el punto de vista de la cotidianidad este 1 de enero fue un día cualquiera, cabe mencionar que el hecho de que los antiguos astrónomos descubrieran que el viaje de traslación de La Tierra dura 365 vueltas sobre sí misma (viaje de rotación), les posibilitó entender que, al menos en nuestro sistema solar y en nuestro planeta, todo funciona por ciclos y que éstos se pueden medir. Originádose con ello el calendario con todas sus variantes e implicaciones.

A partir de dicho “invento”, la duración de cada ciclo ( día-noche, semana-mes, primavera-verano, etcétera), empezó a tener, para los antiguos pueblos, connotaciones simbólicas (y enseñanzas prácticas) que les ayudaron a sobrevivir, comenzando, por ejemplo, por saber en qué parte del año y dónde, se podrían recolectar ciertos frutos, o cazar ciertas aves, atrapar algunos peces, o recoger equis variedad de semillas comestibles que podrían almacenar para cuando no hubiera más que comer.

Al evolucionar dichos pueblos llegaron a mayores posibilidades para medir el tiempo, y de lo colectivo pasaron a registrar las fechas de los nacimientos de los individuos, o inventaron los relojes que hasta los segundos medían.

Hoy el mundo está en un nivel muy superior respecto a eso, pero no deja de medir y celebrar la llegada (o el presunto) inicio de cada año nuevo.

En ese contexto, en la parte occidental del mundo (porque en gran parte de Asia es otro cantar) estamos iniciando uno de esos ciclos alrededor del Sol y, conforme a otra costumbre nos hemos deseado toda clase de bienes. Detalle que me parece muy positivo porque, pese a las muchas noticias deprimentes con que nos bombardean los medios, eso quiere decir que una gran muchedumbre de personas aspiramos a que la vida de todos sea mejor y nos esforzarnos porque así sea.


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