Los Hilos Invisibles de la Memoria: Un Viaje Rulfiano por los Tesoros de Villa de Alvarez

En el corazón de Colima, donde el volcán susurra antiguas historias al oído del viento y los árboles y flores guardan el aroma de los siglos, la Asociación Estatal de Cronistas de Pueblos y Ciudades ha encendido una chispa en las almas más jóvenes. No es un fuego cualquiera, sino la lumbre de la memoria, esa que arde tenue y persistente en los rincones olvidados de nuestros pueblos. A través del taller infantil “Los Contadores de Recuerdos del Pueblo“, hemos sido testigos de un fenómeno que bien podría haber nacido de las páginas de Juan Rulfo: la revelación de la historia viva en la mirada de los niños.

Imaginen por un momento a estos pequeños exploradores, con sus lápices en ristre y la imaginación desbordada, adentrándose en los “tesoros escondidos” de Villa de Álvarez. No buscan oro ni joyas, sino la esencia de lo que fuimos y somos. Sus dibujos, más que simples trazos, son mapas sensibles que revelan el alma de una plaza, el eco de una campana centenaria, o el suspiro de una casona que ha visto pasar innumerables atardeceres. Cada trazo es una ventana a un tiempo que se niega a morir, una hebra invisible que conecta el presente con un pasado que aún respira entre nosotros.

La cuarta sesión del taller, titulada “Contando las Historias de Nuestros Tesoros“, fue un acto de realismo mágico en sí mismo. Con la luz de la mañana colándose por las ventanas, los niños recordaron sus incursiones previas, sus hallazgos en la geografía del recuerdo. Y entonces, como si un espíritu ancestral los guiara, comenzaron a narrar. Sus voces, a veces tímidas, a veces decididas, tejieron relatos donde lo cotidiano se fundía con lo extraordinario. Hablaron de mascotas que permanecen en su memoria, de pláticas con sus abuelitos que se colaban por las grietas del tiempo, de objetos comunes que de repente cobraban vida bajo el conjuro de su imaginación.

Ahí reside la esencia del cronista, y la magia que este taller ha despertado. Como bien sabemos, el cronista no es solo un registrador de hechos; es un alquimista de la palabra, un “contador de recuerdos” que rescata del olvido las voces y los silencios de su entorno. En cada historia infantil, en cada dibujo, se reflejaba ese enfoque que buscamos: la conexión emocional con el lugar, la interpretación personal que imbuye de melancolía, magia o cruda realidad lo que otros ven como simple piedra y polvo. No hubo explicaciones para lo fantástico, solo la aceptación de que, en estas colonias, lo insólito es parte del paisaje.

Esta iniciativa no solo fortalece las habilidades narrativas de los niños, sino que los convierte en guardianes del legado intangible de Colima. Les enseña que, al igual que los cronistas, sus relatos son una forma de dar vida a los lugares, de mantener viva la memoria colectiva. En sus manos, la historia se convierte en un relato palpitante, en un eco que resonará en las generaciones futuras.

La Asociación Estatal de Cronistas de Pueblos y Ciudades de Colima, A.C.; El Centro Colimense de Investigaciones Educativas a través del Claustro Académico Fiat Lux; la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y El H. Ayuntamiento de Villa de Álvarez, al impulsar estos proyectos, no solo honra su compromiso con la preservación de nuestra historia y cultura local, sino que siembra la semilla de una nueva estirpe de cronistas. Jóvenes narradores que, con la misma pasión que sus mayores, seguirán desenterrando las verdades y los misterios que habitan en cada rincón de nuestra tierra, asegurando que los hilos invisibles de la memoria jamás se rompan. Porque en Colima, la historia no se guarda en libros empolvados, sino que camina entre nosotros, susurra en el viento y florece en la imaginación de sus hijos.

Destaco el apoyo de la señora Eli Fregoso, quien es promotora cultural por lo que finalizamos la cuarta sesión retirándonos contentos y satisfechos.

Crónica de José Salazar Aviña.

Martes 27 de mayo de 2025

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